Thomas
Hobbes (*5 de abril de 1588 — †4
de diciembre de 1679)
1.-La época de
Hobbes se caracteriza por una gran división política la cual
confrontaba dos bandos bien definidos: - Monárquicos: que defendían la
monarquía absoluta aduciendo que la legitimidad de ésta venía directamente de Dios.
- Parlamentarios:
afirmaban que la soberanía debía estar compartida entre el rey y el pueblo.
Hobbes se mantenía en una postura neutra entre
ambos bandos ya que si bien afirmaba que la soberanía está en el rey, su poder no
provenía de Dios. El pensamiento filosófico de Hobbes se define por
enmarcarse dentro del materialismo mecanicista, corriente que dice que sólo existe
un "cuerpo" y niega la existencia del alma. También dice que el
hombre está regido por las leyes del Universo. … según Hobbes, el hombre se
mueve continuamente para alcanzar sus deseos; este movimiento se clasifica en
dos tipos: de acercamiento, el hombre siempre se acerca a las cosas que desea y
de alejamiento, el hombre se aleja de las cosas que ponen en peligro su vida.
Así dice que la sociedad está siempre en movimiento.
Leviatán
Escribió Leviatán, que es un manual
sobre la naturaleza humana y cómo se organiza la sociedad. Partiendo de la definición de
hombre y de sus características explica la aparición del Derecho y de
los distintos tipos de gobierno que son necesarios para la convivencia
en la sociedad. Considera al Estado como un acuerdo natural entre los
poderosos o gobernantes y los súbditos que beneficia a ambos.
Su visión del estado de naturaleza anterior a
la organización social es la "guerra de todos contra todos", la vida en ese
estado es solitaria, pobre, brutal y breve. Habla del derecho de
naturaleza, como la libertad de utilizar el poder que cada uno tiene
para garantizar la auto conservación. Cuando el hombre se da cuenta de que no
puede seguir viviendo en un estado de guerra civil continua, surge la ley de
naturaleza, que limita al hombre a no realizar ningún acto que atente contra
su vida o la de los otros. De esto se deriva la segunda ley de naturaleza, en
la cual cada hombre renuncia o transfiere su derecho a un poder absoluto que le garantice el
estado de paz. Así surge el contrato social en Hobbes.
Hobbes rechaza el recurso a lo sobrenatural. Toda
su obra es una lucha contra los fantasmas, un esfuerzo por reducir a las
potencias invisibles. A este respecto convendría leer el final del
"Leviatán", su obra más importante. En el último capítulo titulado
"El reino de las tinieblas" Hobbes denuncia la demonología, los
exorcismos y el temor al diablo, y los beneficios que de todo ello obtiene el
clero. De esta manera, la obra de Hobbes tiende a liberar al hombre de los
fantasmas y del miedo. Constituye una brillante manifestación de ateísmo
político.
Hacé una lista de los temas que Hobbes trata en Leviathan
2. Una filosofía del poder. La razón y las pasiones
Comenzamos pues con la exposción de los temas
mencionados más arriba.
La naturaleza humana consta de dos elementos o
partes que constituyen los elementos determinantes de la problemática política
en Hobbes. Son la razón y las pasiones. Hay una escisión en la
naturaleza humana que determina los avatares de la sociedad civil.
Por un lado, es inherente al ser humano el apetito
natural que desea las cosas para él sólo, provocando así la afirmación
hobbesiana de dos principios básicos a tener en cuenta:
1. La igualdad natural (biológica) de los
hombres: La naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales en sus facultades
corporales y mentales que aún el más débil tiene fuerza suficiente
para matar al más fuerte, ya sea por maquinación secreta o por federación con
otros.
2. La escasez de los bienes que todos los hombres
apetecen como consecuencia de sus necesidades. De tal manera, de la igualdad
(en las fuerzas en competición) procede la inseguridad y de la inseguridad la
guerra.
Visto lo anterior, no es de extrañar que el
estado natural del hombre sea la guerra de todos contra todos para imponer el dominio de
unos contra otros. Homo hominis lupus est. En el estado natural la vida del
hombre es solitaria, embrutecedora, en constante temor ante los demás.
Pero el hombre también posee razón,
posee lenguaje.
El lenguaje es la base de la sociedad civil y del Estado. Sin el lenguaje no
hubiera habido entre los hombres ni Estado ni Sociedad Civil ni Contrato de
paz, como tampoco los hay entre los leones, los osos y los lobos.
El lenguaje hizo del hombre un ciudadano,
es decir, le hizo hombre, pues, sin el contrato, el hombre es un lobo para el
hombre. El hombre es por ello racional. La razón permanece siempre la
misma y no cambia ni en sus fines ni en sus medios.
Queda descartado de antemano todo recurso a lo
sobrenatural para explicar la conducta humana.
Cuáles son las consecuencias de la igualdad natural y escasez de
los bienes?
Explica la frase “el hombre es un lobo para el hombre”
3. Análisis del poder.
Es preciso distinguir varios estadios en la
historia del poder.
1º El estado de naturaleza. El estado natural es la condición
hipotética en la que los hombres vivirían si no existiera un poder como
el del Estado. El hombre natural, como todo cuerpo, tiende a autoafirmarse y
autoconfirmarse, tiene, en consecuencia, un derecho natural a hacerlo: lo
que los escritores llaman comúnmente ius naturae es la libertad que cada hombre tiene
de usar su propio poder como él quiera para la preservación de su propia
naturaleza, es decir, de su propia vida y, por consiguiente, de hacer
toda cosa que en su propio juicio y razón conciba como el medio más apto para
ello.
La consecuencia de esta primera ley es lo que
ya sabemos: el conflicto de todos contra todos. Es éste un estado de anarquía
y de guerra.
Los hombres son iguales por naturaleza; de la igualdad procede la guerra y la
desconfianza. "La vida es solitaria, pobre, embrutecida y corta". No
existe la noción de lo justo y de lo injusto, y tampoco la de propiedad. No hay
industria, ni ciencia, ni sociedad. Hobbes se opone con esta visión pesimista a
los teóricos del derecho natural y a todos aquellos que disciernen en el hombre
una inclinación natural a la sociabilidad.
2º La sociedad civil. Para Hobbes hay un derecho natural y
unas leyes naturales.
El derecho natural (ius naturale) se
emparenta con el instinto de conservación. Hobbes lo define como la libertad de
cada cual de usar de su propio poder, en la forma que quiera, para la
preservación de su propia naturaleza, es decir, de su propia vida.
En cuanto a la ley natural, es "un
precepto o regla general descubierto por la razón y que prohíbe, por un lado,
hacer aquello que pueda destruir su vida u obstaculizar sus medios de
preservación, y por otro, dejar de hacer aquello que pueda preservar lo mejor
posible su vida."
Las dos primeras leyes naturales consisten para
Hobbes, en buscar la paz y en defenderse por todos los medios posibles
que se tengan al alcance. Ahora bien, para asegurar la paz y la seguridad, los
hombres no disponen de procedimiento mejor que establecer entre ellos un contrato y
transferir
al Estado todos los derechos que, de ser conservados, obstaculizarían la paz de
la humanidad. La primera ley, lleva al conflicto por la igualdad de fuerzas. La
segunda, al pacto o contrato social para la constitución del Estado y de la
sociedad civil.
La segunda ley impulsa al individuo a la paz, a ceder, por un
cálculo
racional una parte de aquel derecho a cambio de una cesión similar por
parte de los demás:
Que un hombre esté dispuesto, cuando otros también lo están como él,
a renunciar a su derecho a toda cosa en pro de la paz y defensa propia y se
contente con tanta libertad contra otros hombres como consentiría a otros
hombres contra él mismo.
El motivo de la renuncia y transferencia de su
derecho es la seguridad de su propia persona en su vida y en los
medios de preservación: la propiedad.
La razón hace ver que, en provecho mutuo cabe subordinar la
voluntad individual a un poder común; la recta razón hace ver que existen unas leyes
naturales que indican qué cosas deben ser evitadas o deben ser hechas para
preservar la vida. Y esas leyes son adoptadas por la razón para conservar la
paz y con ella, la vida del individuo.
Esas leyes pasan por un compromiso, por un
acuerdo o pacto por el cual cada miembro de la multitud subordina su voluntad
al poder de uno solo o de una asamblea que tenga un poder por encima de los
individuos.
La fórmula es:
Autorizo y abandono el derecho a gobernarme a mí mismo a este hombre
o asamblea de hombres, con la condición de que tú abandones tu derecho a ello y
autorices todas tus acciones de manera semejante.
Son necesarias algunas observaciones:
a) Contrariamente a Aristóteles, Hobbes considera
que la sociedad política no es un hecho natural; la considera como el resultado
de una convención
necesaria para la supervivencia. Es el resultado de un cálculo interesado.
b) La soberanía está fundada en un contrato;
sin embargo, no se trata de un contrato entre el soberano y los súbditos, sino entre
individuos que deciden darse un soberano. El contrato, lejos de
limitar la soberanía, la funda.
c) En el origen del contrato se encuentra la
preocupación por la paz, preocupación fundamental en Hobbes:"Finalmente, el
motivo y el fin del que renuncia a su derecho o lo transfiere, no son otros que
la seguridad de su propia persona en su vida y en los medios de
preservarla."
Describe el paso del estado de naturaleza a la sociedad civil y
los factores que intervienen: razón, lenguaje, derecho natural, ley natural,
contrato, paz.
4. Poder del Estado.
El Estado es una persona: Una multitud constituye una
sola persona cuando está representada por un solo hombre o una persona; a condición de
que sea con el consentimiento de cada uno en particular de quienes la
componen. Se cede el poder a esta persona. El poder ha de ser absoluto
y nunca puede ser compartido. Quien detenta el poder así ha de ser lo
suficientemente fuerte como para domeñar a la bestia que es el hombre. Ha de
ser un Leviatán,
que es el título de la obra fundamental de Hobbes. El contrato es la base del
Estado y su única justificación. Si el Estado no garantiza la seguridad,
(única razón por la que ha sido establecido) pierde su razón de ser. Por eso
ha de imponer una obediencia a todos sus miembros.
El Estado es la suma de los intereses particulares.
Debe defenderse
al ciudadano; éste sólo abandona sus derechos al Estado para ser protegido.
La obediencia al Estado sólo puede estar garantizada por el carácter
absoluto del poder. El Estado no puede proteger eficazmente a los
individuos (que para ser protegidos han transferido sus derechos) si su poder
es discutido o acosado, si no es absolutamente superior o decisorio. De esta
forma no hay disgregación del Estado. Sólo hay dos limitaciones del poder del
Estado: reconoce la ley divina y la natural. Para el individuo sólo queda la libertad
interna de pensamiento y de fe religiosa. Es de ley natural, la cual es
también ley divina, que obedezcamos en todo lo que el Estado nos manda, pero no
que creamos también todo lo que nos manda.
El Estado es quien fundamenta la propiedad
y ésta dura sólo en tanto le place al Estado. Todo ataque al Estado es un
ataque a la propiedad, porque él es quien garantiza la propiedad al impedir la
guerra de todos contra todos y la arrebatiña. Propiedad sólo significa
propiedad legal definida por el mismo Estado.
El Estado ha de controlar la educación,
instrumento del poder. Los hombres son altamente manejables mediante
representaciones morales y religiosas. No hay libertad religiosa, ya que la
interpretación de todas las leyes, sagradas o civiles, le corresponde al
Estado. El Estado ha de ser a la vez eclesiástico y civil. Ninguna autoridad
espiritual puede oponerse al Estado. Nadie puede servir a dos señores. El
soberano es el órgano no sólo del Estado, sino también de la Iglesia. La
religión es objeto de fe, es cuestión de Estado. El culto público ha de estar
unificado, ha de ser único, uniforme. La unidad del Estado se encuentra
afirmada por la unidad entre el poder temporal y el poder espiritual.
El derecho del soberano se funda en el contrato entre
los súbditos. El Estado es el resultado de la puesta en común de los
intereses de sus componentes. Es este un supuesto lógico, no histórico. No existe
espacio para los cuerpos intermedios, para los partidos y para las facciones.
A nivel internacional
persiste el estado de naturaleza. Los Estados se relacionan entre sí
según la pura fuerza. Los tratados se pueden transgredir o infringir cuando sea
necesario para el Estado, apenas desaparezcan las circunstancias que los vieron
nacer y que fueron la razón de su existencia.
5. Límites de la soberanía.
Hobbes siempre ha criticado la división de
poderes, sosteniendo vigorosamente la tesis de la soberanía absoluta. El soberano
no tiene ningún límite exterior a su poder. Pero es soberanamente racional;
por consiguiente, no tiene el poder de hacer lo que quiera, a menos de hacer
discutible su soberanía. Las principales limitaciones de la soberanía
son la razón
y, en cierta manera, la conciencia profesional del soberano. No sería razonable
que el soberano no buscara el interés de su pueblo, que se confunde con su propio interés.
El deber
coincide con la utilidad El bien del soberano y el del pueblo no pueden ser
separados.
6.Individualismo y utilitarismo.
El absolutismo de Hobbes está basado en
consideraciones utilitarias. Hobbes justifica el absolutismo con argumentos utilitarios.
Su pensamiento es esencialmente individualista. Lo que fundamenta al absolutismo es el derecho del
individuo a su propia conservación. El origen del absolutismo es un egoísmo
ilustrado. El individuo alcanza su más perfecto desenvolvimiento en el Estado
más autoritario. En éste encuentra a la vez, su interés y su felicidad,
su placer y su bienestar. La política de Hobbes es al tiempo, un utilitarismo y
un hedonismo.
Su absolutismo es un absolutismo que se concilia de manera singular con las
preocupaciones burguesas.
Qué significa que el poder es absoluto?
Es absoluto pero tiene límites, cuáles son?
Cuáles son características del pacto?
Explica la relación entre “pacto” “soberanía” y “utilitarismo”
7. Recapitulación. Thomas Hobbes: el Dios mortal y sus límites.
Su concepción política se articula sobre su ontología
y ésta se inspira directamente en la nueva física y su mecanismo.
El hombre es una máquina natural sometida al encadenamiento estricto de causas
y efectos, teniendo como propiedades -igualmente naturales- el desear y obrar,
es decir, deliberar y moverse en función de esta primera circunstancia que es
el deseo. El hombre, individualidad corporal es, fundamentalmente, poder tal es
el punto de partida de Leviatán, publicado en 1651.
Así ocurre en el estado de naturaleza, que -si
hacemos abstracción de lo que el estado civil le ha aportado-, los hombres,
dispersos, son poderes movidos por el deseo, que no limita nada -son totalmente
libres- y que se hallan materialmente incapaces de satisfacer ese deseo. En esta
misma situación -que excluye toda idea de sociabilidad (bondadosa) y de armonía
con el medio-, experimenta el hombre como máquina sensible que es, sentimientos
entre los que predominan la envidia y el miedo, singularmente el miedo al
sufrimiento y a la muerte. Desde este momento, si el orden natural -orden
mecánico- es la "ley de los lobos", resulta que el estado de
naturaleza es a la vez y contradictoriamente, plena libertad -al margen de todo
derecho- y terror constante: es invivible.
En esta óptica -realista y que elimina en nombre
de la física de los cuerpos, toda consideración moral- nada del estado de
naturaleza prepara para el estado civil: éste es un artificio. El orden
político es producto de una decisión convencional colectiva que engendre un artefacto.
Porque el estado de naturaleza es insoportable, porque el deseo de poder y el
deseo de vivir, y vivir en paz, se contradicen, entonces la capacidad
deliberativa propia del hombre que manda construir una instancia superior
cuyo fin sea imponer un orden que elimine la violencia natural, y sustituya la guerra
de todos contra todos por la paz de todos con todos.
A grandes males grandes remedios: para poner fin
a la violencia nacida del ejercicio de poderes por definición ilimitados sólo
puede ser eficaz un poder sin límites. Esto significa que la instauración del
Estado supone que los ciudadanos, de común acuerdo, se despojan completamente
de su poder individual y lo transfieren a la autoridad pública.
La soberanía una e indivisible del Estado es ilimitada;
el
contrato que la establece no está sujeto a ninguna obligación excepto la de
asegurar la seguridad y el bienestar de los contratantes.
El orden político pone fin a la lucha a muerte;
sólo se instaura si los miembros de la colectividad consienten en reconocer la
soberanía absoluta de una sola persona que ejerce su poder mediante decisiones
de las que sólo ella es dueña y leyes que impone como principios necesarios de
la organización de la República.
Ese es el sentido del fiat que instituye el
Estado: rechazar la muerte por parte de la mecánica natural y construir, con
todas las piezas, una lógica de la existencia colectiva que preserve la vida.
No es un problema decisivo el del tipo de régimen que encarne la soberanía, con
tal de que esta se ejerza con rigor.
El Estado sólo tiene derechos. Es juez de lo que es necesario
para la paz y para la defensa de los sujetos y de las doctrinas que es
necesario enseñarles. Tiene el derecho de dictar reglas que cada persona sabe
lo que le pertenece en propiedad, de forma que ningún otro pueda quitárselo sin
cometer una injusticia; el de administrar justicia bajo todas sus formas; el de
decidir la guerra y la paz, y el de escoger consejeros y ministros tanto en paz
como en guerra; el de premiar y castigar a su antojo, así como el de asignar
honor y rango.
Por muy represivo que sea "el poder soberano
es menos dañino que la ausencia de tal poder".
Ese dios es mortal; en último extremo su
desaparición consiste en su destrucción por otro poder soberano; pero también
muere si, a pesar de las órdenes que da y de la coerción que ejerce, es incapaz
de realizar la misión para la que ha sido creado, que es la de garantizar la
seguridad de sus súbditos y sus libertades privadas, tales como han sido
definidas por las leyes civiles.
A pesar de su rigor y su extensión, el pacto constituyente no puede
pretender que los individuos pierdan lo que pertenece a su naturaleza.
Sólo se puede tener la libertad de conducta que es autorizada por el Estado. Sin
embargo, sean cuales sean las órdenes del Estado, alienar la libertad de pensamiento,
renunciar a defender sus propios cuerpos y aceptar perjudicarse a sí mismos o
hacer daño a otros si lo juzgan útil, en la guerra, por ejemplo,-aunque estas
excepciones no corresponden al campo del derecho, sino a las circunstancias de
hecho- y esta es una evidencia sobre la que Hobbes no juzga necesario insistir,
está implícito en la lógica del conjunto que el Estado es dueño del espacio
público así como de definir su extensión, pero subsiste un importante espacio privado
en el que se puede ejercer la libertad de los sujetos. También es un
hecho que:
"En los casos en que el soberano no ha
prescrito una regla, el sujeto tiene la libertad de obrar o abstenerse según lo
que juzgue bueno. Igualmente, la libertad está aquí más extendida y allí más
restringida, en tal momento es mayor o en tal otro menor, según lo que los
detentadores de la soberanía juzguen más ventajoso."
Explica estas frases:
1. La
capacidad deliberativa propia del hombre que manda construir una instancia
superior
2. El orden
político pone fin a la lucha a muerte
3. El Estado
sólo tiene derechos.
2.
Selección de
fragmentos del LEVIATÁN
Capítulo XIII: De la condición natural del género
humano, en lo que concierne a su felicidad y miseria
La naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales
en sus facultades corporales y mentales que, aunque pueda encontrarse a veces
un hombre manifiestamente más fuerte de cuerpo, o más rápido de mente que otro,
aún así, cuando todo se toma en cuenta en conjunto, la diferencia entre hombre
y hombre no es lo bastante considerable como para que uno de ellos pueda
reclamar para sí beneficio alguno que no pueda el otro pretender tanto como él.
Porque en lo que toca a la fuerza corporal, aun el más débil tiene fuerza
suficiente para matar al más fuerte, ya sea por maquinación secreta o por
federación con otros que se encuentran en el mismo peligro que él.
Y en lo que toca las facultades mentales,
(dejando aparte las artes fundadas sobre palabras, y especialmente aquella
capacidad de procedimiento por normas generales e infalibles llamada ciencia,
que muy pocos tienen, y para muy pocas cosas, no siendo una facultad natural,
nacida con nosotros, ni adquirida (como la prudencia) cuando buscamos alguna
otra cosa) encuentro mayor igualdad aún entre los hombres, que en el caso de la
fuerza. Pues la prudencia no es sino experiencia, que a igual tiempo se acuerda
igualmente a todos los hombres en aquellas cosas a que se aplican igualmente.
Lo que quizá haga de una tal igualdad algo increíble no es más que una vanidosa
fe en la propia sabiduría, que casi todo hombre cree poseer en mayor grado que
el vulgo; esto es, que todo otro hombre salvo él mismo, y unos pocos otros, a
quienes, por causa de la fama, o por estar de acuerdo con ellos, aprueba. Pues
la naturaleza de los hombres es tal que, aunque pueden reconocer que muchos
otros son más vivos, o más elocuentes, o más instruidos, difícilmente creerán,
sin embargo, que haya muchos más sabios que ellos mismos: pues ven su propia
inteligencia a mano, y la de los otros hombres a distancia. Pero esto prueba
que los hombres son en ese punto iguales más bien que desiguales. Pues generalmente
no hay mejor signo de la igual distribución de alguna cosa que el que cada
hombre se contente con lo que le ha tocado.
De esta igualdad de capacidades surge la igualdad
en la esperanza de alcanzar nuestros fines. Y, por lo tanto, si dos hombres
cualesquiera desean la misma cosa, que, sin embargo, no pueden ambos gozar,
devienen enemigos; y en su camino hacia su fin (que es principalmente su propia
conservación, y a veces sólo su delectación) se esfuerzan mutuamente en
destruirse o subyugarse. Y viene así a ocurrir que, allí donde un invasor no
tiene otra cosa que temer que el simple poder de otro hombre, si alguien
planta, siembra, construye, o posee asiento adecuado, puede esperarse de otros
que vengan probablemente preparados con fuerzas unidas para desposeerle y
privarle no sólo del fruto de su trabajo, sino también de su vida, o libertad.
Y el invasor a su vez se encuentra en el mismo peligro frente a un tercero.
No hay para el hombre más forma razonable de
guardarse de esta inseguridad mutua que la anticipación; y esto es, dominar,
por fuerza o astucia, a tantos hombres como pueda hasta el punto de no ver otro
poder lo bastante grande como para ponerla en peligro. Y no es esto más que lo
que su propia conservación requiere, y lo generalmente admitido. También porque
habiendo algunos, que complaciéndose en contemplar su propio poder en los actos
de conquista, los que van más lejos de lo que su seguridad requeriría, si
otros, que de otra manera se contentarían con permanecer tranquilos dentro de
límites modestos, no incrementasen su poder por medio de la invasión, no serían
capaces de subsistir largo tiempo permaneciendo sólo a la defensiva. Y, en
consecuencia, siendo tal aumento del dominio sobre hombres necesario para la
conservación de un hombre, debiera serle permitido.
Por lo demás, los hombres no derivan placer
alguno (sino antes bien, considerable pesar) de estar juntos allí donde no hay
poder capaz de imponer respeto a todos ellos. Pues cada hombre se cuida de que
su compañero le valore a la altura que se coloca el mismo. Y ante toda señal de
desprecio o subvaloración es natural que se esfuerce hasta donde se atreva
(que, entre aquellos que no tienen un poder común que los mantengan tranquilos,
es lo suficiente para hacerles destruirse mutuamente), en obtener de sus
rivales, por daño, una más alta valoración; y de los otros, por el ejemplo.
Así pues, encontramos tres causas principales de
riña en la naturaleza del hombre. Primero, competición; segundo, inseguridad;
tercero, gloria.
El primero hace que los hombres invadan por
ganancia; el segundo, por seguridad; y el tercero, por reputación. Los primeros
usan de la violencia para hacerse dueños de las personas, esposas, hijos y
ganado de otros hombres; los segundos para defenderlos; los terceros, por
pequeñeces, como una palabra, una sonrisa, una opinión distinta, y cualquier
otro signo de subvaloración, ya sea directamente de su persona, o por reflejo
en su prole, sus amigos, su nación, su profesión o su nombre.
Es por ello manifiesto que durante el tiempo en
que los hombres viven sin un poder común que les obligue a todos al respeto,
están en aquella condición que se llama guerra; y una guerra como de todo
hombre contra todo hombre. Pues la guerra no consiste sólo en batallas, o en el
acto de luchar; sino en un espacio de tiempo donde la voluntad de disputar en
batalla es suficientemente conocida. Y, por tanto, la noción de tiempo debe
considerarse en la naturaleza de la guerra; como está en la naturaleza del
tiempo atmosférico. Pues así como la naturaleza del mal tiempo no está en un
chaparrón o dos, sino en una inclinación hacia la lluvia de muchos días en
conjunto, así la naturaleza de la guerra no consiste en el hecho de la lucha,
sino en la disposición conocida hacia ella, durante todo el tiempo en que no
hay seguridad de lo contrario.
Todo otro tiempo es paz.
Lo que puede en consecuencia atribuirse al tiempo
de guerra, en el que todo hombre es enemigo de todo hombre, puede igualmente
atribuirse al tiempo en que los hombres también viven sin otra seguridad que la
que les suministra su propia fuerza y su propia inventiva. En tal condición no
hay lugar para la industria; porque el fruto de la misma es inseguro. Y, por
consiguiente, tampoco cultivo de la tierra; ni navegación, ni uso de los bienes
que pueden ser importados por mar, ni construcción confortable; ni instrumentos
para mover y remover los objetos que necesitan mucha fuerza; ni conocimiento de
la faz de la tierra; ni cómputo del tiempo; ni artes; ni letras; ni sociedad;
sino, lo que es peor que todo, miedo continuo, y peligro de muerte violenta; y
para el hombre una vida solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta.
Puede resultar extraño para un hombre que no haya
sopesado bien estas cosas que la naturaleza disocie de tal manera los hombres y
les haga capaces de invadirse y destruirse mutuamente. Y es posible que, en
consecuencia, desee, no confiando en esta inducción derivada de las pasiones,
confirmar la misma por experiencia. Medite entonces él, que se arma y trata de
ir bien acompañado cuando viaja, que atranca sus puertas cuando se va a dormir,
que echa el cerrojo a sus arcones incluso en su casa, y esto sabiendo que hay
leyes y empleados públicos armados para vengar todo daño que se le haya hecho, qué
opinión tiene de su prójimo cuando cabalga armado, de sus conciudadanos cuando
atranca sus puertas, y de sus hijos y servidores cuando echa el cerrojo a sus
arcones. ¿No acusa así a la humanidad sus acciones como lo hago yo con mis
palabras? Pero ninguno de nosotros acusa por ello a la naturaleza del hombre.
Los deseos, y otras pasiones del hombre, no son en sí mismos pecado. No lo son
tampoco las acciones que proceden de estas pasiones, hasta que conocen una ley
que las prohíbe. Lo que no pueden saber hasta que haya leyes. Ni puede hacerse
ley alguna hasta que hayan acordado la persona que lo hará.
Puede quizás pensarse que jamás hubo tal tiempo
ni tal situación de guerra; y yo creo que nunca fue generalmente así, en todo
el mundo. Pero hay muchos lugares donde viven así hoy. Pues las gentes salvajes
de muchos lugares de América, con la excepción del gobierno de pequeñas
familias, cuya concordia depende de la natural lujuria, no tienen gobierno
alguno; y viven hoy en día de la brutal manera que antes he dicho. De todas
formas, qué forma de vida habría allí donde no hubiera un poder común al que
temer puede ser percibido por la forma de vida en la que suelen degenerar, en
una guerra civil, hombres que anteriormente han vivido bajo un gobierno
pacífico.
Pero aunque nunca hubiera habido un tiempo en el
que los hombres particulares estuvieran en estado de guerra de unos contra
otros, sin embargo, en todo tiempo, los reyes y personas de autoridad soberana
están, a causa de su independencia, en continuo celo, y en el estado y postura
de gladiadores; con las armas apuntando, y los ojos fijos en los demás; esto
es, sus fuertes, guarniciones y cañones sobre las fronteras de sus reinos e
ininterrumpidos espías sobre sus vecinos; lo que es una postura de guerra. Pero,
pues, sostienen así la industria de sus súbditos, no se sigue de ello aquella
miseria que acompaña a la libertad de los hombres particulares.
De esta guerra de todo hombre contra todo hombre,
es también consecuencia que nada puede ser injusto. Las nociones de bien y mal,
justicia e justicia, no tienen allí lugar. Donde no hay poder común, no hay
ley. Donde no hay ley, no hay injusticia. La fuerza y el fraude son en la
guerra las dos virtudes cardinales. La justicia y la injusticia no son facultad
alguna ni del cuerpo ni de la mente. Si lo fueran, podrían estar en un hombre
que estuvieras solo en el mundo, como sus sentidos y pasiones. Son cualidades
relativas a hombres en sociedad, no en soledad. Es consecuente también con la
misma condición que no haya propiedad, ni dominio, ni distinción entre mío y
tuyo; sino sólo aquello que todo hombre pueda tomar; y por tanto tiempo como
pueda conservarlo. Y hasta aquí lo que se refiere a la penosa condición en la
que el hombre se encuentra de hecho por pura naturaleza; aunque con una
posibilidad de salir de ella, consistente en parte en las pasiones, en parte en
su razón.
Las pasiones que inclinan a los hombres hacia la
paz son el temor a la muerte; el deseo de aquellas cosas que son necesarias
para una vida confortable; y la esperanza de obtenerlas por su industria. Y la
razón sugiere adecuados artículos de paz sobre los cuales puede llevarse a los
hombres al acuerdo. Estos artículos son aquellos que en otro sentido se llaman
leyes de la naturaleza, de las que hablaré más en concreto en los dos
siguientes capítulos.
Describe el Estado de naturaleza
Capítulo XIV. De las leyes naturales primera y
segunda, y de los contratos
El derecho natural, que los escritores llaman
comúnmente ius naturale, es la libertad que cada hombre tiene de usar su propio
poder, como él quiera, para la preservación de su propia naturaleza, es decir,
de su propia vida y, por consiguiente, de hacer toda cosa que su propio juicio,
y razón, conciba como el medio más apto para que ello.
Por libertad se entiende, de acuerdo con la
significación apropiada de la palabra, la ausencia de impedimentos externos,
impedimentos que a menudo pueden arrebatar a un hombre parte de su poder para
hacer lo que le plazca, pero no pueden impedirle usar del poder que le queda,
de acuerdo con lo que le dicte su juicio y razón.
Una ley de naturaleza (lex naturalis) es un
precepto o regla general encontrada por la razón, por la cual se le prohíbe al
hombre hacer aquello que sea destructivo para su vida, o que le arrebate los
medios de preservar la misma, y omitir aquello con lo que cree puede mejor
preservarla, pues aunque los que hablan de este tema confunden a menudo ius y
lex, derecho y ley, éstos debieran, sin embargo, distinguirse, porque el
derecho consiste en la libertad de hacer o no hacer, mientras que la ley
determina y ata a uno de los dos, con lo que la ley y el derecho difieren tanto
como la obligación y la libertad, que en una y la misma materia son
incompatibles.
1ª ley de naturaleza:
Y es por consiguiente un precepto, por regla
general de la razón, que todo hombre debiera esforzarse por la paz, en la
medida en que espere obtenerla, y que cuando no pueda obtenerla, pueda entonces
buscar y usar toda la ayuda y las ventajas de la guerra, de cuya regla la
primera rama contiene la primera y fundamental ley de naturaleza, que es buscar
la paz, y seguirla, la segunda, la suma del derecho natural, que es defendernos
por todos los medios que podamos.
2ª ley de naturaleza:
"De esta ley fundamental de naturaleza, por
la que se ordena a los hombres que se esfuerce por la paz, se deriva esta
segunda ley: que un hombre esté
dispuesto, cuando otros también lo están tanto como él, a renunciar a su
derecho a toda cosa en pro de la paz y defensa propia que considere
necesaria, y se contente con tanta libertad contra otros hombres como
consentiría a otros hombres contra el mismo".
Qué es el contrato:
La transferencia
mutua de un derecho es lo que los hombres llaman contrato. (...) También
puede uno de los contratantes entregar por su parte la cosa contratada, y dejar
que el otro cumpla con la suya en algún tiempo posterior determinado, confiando
mientras tanto en él, y entonces el contrato por su parte se llama pacto o
convenio, o ambas partes pueden contratar ahora para cumplir más adelante, y en
tales casos el cumplimiento de aquél que, gozando de confianza, tiene que
cumplir en el futuro, se llama cumplimiento de promesa, o de fe, y la falta de
cumplimiento (si es voluntaria) violación de la fe. Cuando la transferencia de
un derecho no es mutua, sino que una de las partes transfiere con la esperanza
de ganar por ello amistad o servicio de otro o de sus amigos, o con la
esperanza de ganar reputación de caridad o magnanimidad, o para librar su mente
del dolor de la compasión, o con la esperanza de una recompensa en el cielo,
esto no es un contrato, sino obsequio, donación, gracia, palabras que
significan una y la misma cosa.
Capítulo XVII. De las causas, generación y
definición de una República
La causa final, meta o designio de los hombres
(que aman naturalmente la libertad y el dominio sobre otros) al introducir
entre ellos esa restricción de la vida en repúblicas es cuidar de su propia
preservación y conseguir una vida más dichosa;
(...) Pues si pudiésemos suponer que una gran
multitud de hombres se plegaría a la observancia de la justicia y otras leyes
de la naturaleza sin un poder común capaz de mantener a todos sus miembros en
el temor, podríamos del mismo modo suponer que toda la humanidad hiciera lo
mismo, y entonces ni habría gobierno civil ni necesidad de él, ni de República
en absoluto, porque habría paz sin sometimiento.
(...) y someter así sus voluntades, una a una,, a
su voluntad, y sus juicios a su juicio. Esto es más que consentimiento o
concordia; es una verdadera unidad de todos ellos en una e idéntica persona
hecha por pacto de cada hombre con cada hombre, como si todo hombre debiera
decir a todo hombre: autorizo y abandono el derecho a gobernarme a mí mismo, a
este hombre, o a esta asamblea de hombres, con la condición de que tú abandones
tu derecho a ello y autorices todas sus acciones de manera semejante. Hecho
esto, la multitud así unida en una persona se llama república, en latín
"civitas".
Esta es la generación de es gran Leviatán o más
bien (por hablar con mayor reverencia) de ese Dios Mortal a quien debemos, bajo
el Dios Inmortal, nuestra paz y defensa
Definición de República:
Y en él
consiste la esencia de la república que (por definirla) es una persona cuyos
actos ha asumido como autora una gran multitud, por pactos mutuos de unos con
otros, a los fines de que pueda usar la fuerza y los medios de todos ellos, y
según considere oportuno, para su paz y defensa común. Y el que carga con esta
persona se denomina soberano y se dice que posee poder soberano; cualquier otro
es su súbdito.
La otra es cuando los hombres acuerda
voluntariamente entre ellos mismos someterse a un hombre, o asamblea de
hombres, confiando en ser protegidos por él o ella frente a todos los demás.
Esta última puede llamarse una república política o república por institución;
y la primera una república por adquisición.
Hacé una lista de los temas que Hobbes trata en Leviathan
Cuáles son las consecuencias de la igualdad natural y escasez de
los bienes?
Explica la frase “el hombre es un lobo para el hombre”
Describe el paso del estado de naturaleza a la sociedad civil y
los factores que intervienen: razón, lenguaje, derecho natural, ley natural,
contrato, paz.
Qué significa que el poder es absoluto?
Es absoluto pero tiene límites, cuáles son?
Cuáles son características del pacto?
Explica la relación entre “pacto” “soberanía” y “utilitarismo”
Explica estas frases:
1. La
capacidad deliberativa propia del hombre que manda construir una instancia
superior
2. El orden
político pone fin a la lucha a muerte
3. El Estado
sólo tiene derechos.
Describe el Estado de naturaleza